Personas en el paisaje.
Hace mucho tiempo que no escribía, supongo que por falta de tiempo. ¿Tiempo para qué? Supongo que es tan relativo, siempre hay tiempo para aquello que queremos hacer.
Hoy escribo sobre gente; gente en la calle, en el metro, en las tiendas. Gente en Barcelona que queremos ver y aquellos a los que preferimos ignorar.
Es evidente cuánto ha cambiado el perfil del ciudadano casual con el que tropezamos en la calle. Africanos, Ecuatorianos, Bolivianos, Rumanos. Basta salir a por el periódico o entrar en el metro. En ocasiones soy consciente de que en mi vagón somos menos españoles que extranjeros. Cuando menos un dato sorprendente.
No voy a valorar las virtudes y defectos de tanta inmigración. Controlada o descontrolada. Hasta un niño se da cuenta de que ya no somos todos blancos, de estatura media y morenos.
Pero ha llamado profundamente mi atención observar cómo interactúan culturas diferentes. Sólo hay que observar alrededor, y si observamos bien el resultado puede ser escalofriante.
Más de una vez he tenido enfrente a una mujer (siempre distinta), sudamericana, probablemente trabaja en el servicio doméstico. Tiene ojos tristes y en ocasiones lee. Este hecho me ha hecho meditar también, ya que hay muchas empleadas domésticas que leen en el metro, pero no prensa del corazón sino libros. Me sorprende porque en Escocia podía distinguir clases sociales sólo por lo que leían en el transporte público, y creo que sin riesgo a equivocarme.
Pero volviendo a esta mujer, algunas veces esos ojos tristes se llenan de lágrimas que intenta esconder. Miran al infinito y echan mano de un pañuelo de papel convulsivamente para que nadie se de cuenta. Sólo yo que observo discretamente me percato de este hecho. Entonces me pregunto cuántos hijos habrá dejado atrás, en que condiciones estará sobreviviendo en esta ciudad hostil y en qué causa tanta tristeza que no puede contenerse ni con todos los esfuerzos. Luego me bajo y dejo atrás toda esta empatía para continuar con mi vida, que no es poco.
People within the urban landscape.
It’s been quite a while since last time I wrote in this blog. I guess because of a lack of time. Time for what? I suppose this is relative; there is always time for whatever we want to do.
Today I write about people; people in the street, in the underground, in the shops. People in Barcelona that we want to see and those whom we prefer ignoring.
It is obvious how much has changed the profile of the casual citizen over which we stumble in the street. Africans, Ecuadorians, Bolivians, Rumanians. It is enough to go out for the newspaper or to enter the underground. Sometimes I am conscious that in my coach we are less Spanish than foreigners. This, at least, is still surprising.
I am not going to value the virtues and faults of so much immigration, under or out of control. Even a kid would realise that already we are not all white, of average stature and brown.
But it has called deeply my attention to observe how different cultures interact with each other. I just need to look around, and if we observe further the result can be chilling.
More than once I have faced a woman (always different), South American, probably employed at the domestic service. She has sad eyes and sometimes reads. This fact has made me ponder also, since there are many maids who read in the underground, not gossip magazines but books. That surprises me because in Scotland I could distinguish social classes only by what they were reading in the public transport, and without risk of mistake I guess.
But turning to this woman, often these sad eyes fill up with tears that she tries to hide. They look at the infinite and keep a paper tissue against them in order that nobody could ever notice. Just I, discreet observer, notice this fact. Then I wonder how many children she left behind, in which conditions she will be surviving in this hostile city and in what causes so much sadness that cannot be controlled with all the efforts. Then and I leave behind all this empathy to continue with my life, which is not small.